Bebida Artesanal: Ponche
Mezcal espadín destilado con pechuga de pavo y frutas
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Maracuyá con miel de agave: Tropical y vibrante. El dulzor de la miel equilibra la acidez fresca del maracuyá, dejando un final jugoso que alegra el paladar.
Madre Cuishe (Regiones montañosas de Miahuatlán y Ejutla): Este agave crece alto y fibroso, en tierras secas y pedregosas que le dan carácter fuerte. Lo cocemos lentamente bajo tierra con piedras calientes y leña. Su perfil es herbal, mineral y seco, con un retrogusto largo que recuerda al campo después de la lluvia.
Tamarindo con miel de agave: Intenso y juguetón. El tamarindo le da acidez y frescura, mientras la miel lo redondea con un final suave, dulce y caramelizado.
Tobalá (Sierras de Oaxaca): Un agave silvestre que crece escondido en las laderas rocosas de la sierra, tardando hasta 15 años en madurar. Es de los más buscados por su rareza y complejidad. Su sabor es elegante y profundo, con matices florales, miel silvestre y un fondo herbal. Cada botella es fruto de paciencia y respeto a la naturaleza.
Pechuga de maguey: En la tercera destilación agregamos la pechuga del propio maguey y algunas especias. El resultado es un mezcal ceremonial, con aromas dulces, ahumados y un fondo especiado que recuerda a las fiestas familiares.
Jamaica con miel de agave: Floral y refrescante. La jamaica aporta notas ácidas y florales, suavizadas por la miel para un trago ligero y delicioso.
Tepextate (Barrancas y laderas rocosas): De los agaves más longevos, tarda entre 20 y 30 años en madurar. Su rareza lo hace especial. Nace en terrenos difíciles, lo que le da un sabor intenso, con notas verdes, mentoladas, dulces y un carácter complejo que sorprende a cada trago.
Jabalí (Sierra sur y Mixteca): El más rebelde de todos. Su fermentación es caprichosa y muchas veces se “revienta”, pero cuando lo domamos, nos regala un mezcal de gran personalidad: ácido, frutal y especiado, con una textura vibrante y un recuerdo inolvidable.
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